10 mayo 2010

Ronaldo: El año que deslumbró al mundo



Siempre fue la liga holandesa terreno franco para los delanteros. Una competición, la Eredivisie, en la que prima el fútbol ofensivo, se descuidan los cerrojos y los catenaccios no se estilan. Ha sido siempre un trampolín para delanteros que empezaban en el fútbol profesional y querían hacerse un nombre en el panorama internacional para así dar el salto a una liga más competitiva. En las dos últimas décadas, los holandeses Bergkamp, Van Nistelrooy, Kuyt o Huntelaar o los foráneos Romário, Kezman –en tres ocasiones- o Litmanen mostraron su capacidad goleadora alcanzando el trofeo de máximo goleador, que en este último año ha recalado en el uruguayo Luis Suárez con la friolera de 35 goles. Pero en calidad y trascendencia por lo aportado al fútbol se sitúa por encima de ellos, si cabe, el que fue máximo anotador en la campaña 94/95 con 30 goles conseguidos con la elástica del PSV, un brasileño de apenas 19 años que poco más tarde deslumbraría a todo el mundo futbolístico, su nombre era Ronaldo.


Sonado fue su fichaje por el Barcelona dos temporadas después tras una campaña en la que tuvo problemas con las lesiones y que, sin embargo, no le impidieron marcar doce goles en trece partidos. Y sonado fue porque llegó a ser el traspaso más caro de la historia del fútbol, aunque poco duró el récord ya que ese mismo verano el Newcastle rebasaría esas cifras con el fichaje de Shearer. Núñez, entonces presidente del Barcelona, decidió apostar por otro ariete brasileño del PSV tras el buen rendimiento de Romário y no dudó en desembolsar 2.500 millones de las antiguas pesetas, en una temporada que suponía la primera tras la exitosa etapa de Cruyff y el Dream Team.


El tristemente fallecido Sir Bobby Robson sería el elegido para comandar la nave azulgrana. Era aquel un buen equipo en lo que a nombres se refiere: Figo cumplía su segunda temporada en el club y comenzaba a verse ya al que sería uno de los mejores futbolistas de su generación; el centro del campo estaba liderado por el hoy técnico del club, Pep Guardiola, al que acompañaba en labores de contención el rumano Gica Popescu; Luis Enrique acababa de ser fichado y como azulgrana ofrecería sus mejores años, sorprendentemente como lateral derecho, y en la defensa le acompañaban zagueros tan solventes como Sergi, Abelardo o Blanc. Ronaldo era el estilete de aquel equipo que jugaba con un claro 4-2-3-1, y detrás de él se solía situar quien se convertiría en su mejor socio: el cántabro Iván De La Peña, quien dio grandes asistencias al nueve brasileño a pesar de que nunca contó con la total confianza del técnico inglés, quien alternaba al Pequeño Buda con el brasileño Giovanni.



El mayor hándicap de aquel equipo radicaba en que no era un grupo asentado sino que el club se hallaba inmerso en una etapa de renovación tras los últimos coletazos del equipo de Cruyff. Robson contaba con una idea futbolística muy válida pero distinta de la escuela holandesa a pesar del gusto por el buen trato de balón que el inglés imprimía a sus equipos. Pero lo más importante es que sobre Robson recayó siempre la sombra de una presunta interinidad: el club estaba inmerso en dudas y sólo un año más tarde la directiva azulgrana apostaría por volver a la escuela holandesa con el fichaje de Louis Van Gaal, fichaje que Núñez deseaba un año antes pero que fue imposible de concretar, y Robson no era considerado otra cosa que un parche hasta la llegada del exitoso técnico del Ajax. Por otra parte, la Ley Bosman causaba estragos en la Europa futbolística y el Dream Team dio paso a una pléyade de futbolistas extranjeros.


Contaba con un gran once, pero la plantilla se quedaba un tanto corta para afrontar con plenas garantías todas las competiciones. El banquillo solía formar con jugadores que daban sus últimas patadas al balón como azulgranas, tal era el caso de Nadal, Ferrer o Amor; futbolistas en la cuesta abajo de sus carreras como Bakero o Stoichkov, quien retornaba de un discreto paso por la liga italiana; fichajes fallidos como los de Amunike y Cuéllar o canteranos que no acababan de explotar como los hermanos Óscar y Roger o Celades, la denominada Quinta del Mini. En cambio Ronaldo, el mayor efectivo de la plantilla, sí contaba con un sustituto de plenas garantías: el hispano-argentino Pizzi, quien a cuentagotas jugó junto al brasileño debido al ya comentado sistema de Robson en el que únicamente había cabida para un ariete.


Aún así, el Barcelona concluyó aquella temporada con sobrado saldo positivo ya que se conquistaron tres títulos: Recopa, Copa y Supercopa, sin embargo dicha campaña quedó un tanto oscurecida por el segundo puesto en el torneo de la regularidad en favor del Madrid de Capello, quien contaba con una gran delantera formada por Raúl, Súker y Mijatovic y un bloque compacto, semilla del equipo que sería tres veces campeón de Europa. Aquel equipo entrenado por Robson, a pesar de estar bien trabajado y ofrecer en ocasiones un fútbol atractivo con un acertado uso de las bandas, tenía ciertas lagunas colectivas y acostumbraba a decidir los partidos por destellos individuales en los que sobresalía principalmente un futbolista que deslumbró a todo el mundo y con el que las defensas tenían pesadillas en las que no encontraban la forma de pararle cuando en carrera se acercaba a ellos, como si Freddy hubiese cambiado las garras por un balón y el jersey de rayas negras y rojas por una camiseta con franjas azules y granas.




Desde la Supercopa disputada ante el Atlético del Doblete en la que Ronaldo marcó dos tantos hasta la final de la Recopa, finalmente conquistada con un tanto suyo de penalti ante el PSG, pasando por 34 goles en liga -récord azulgrana hasta la fecha- fue sin duda la consagración de un futbolista que marcaría una época a pesar de las graves lesiones que posteriormente sufriría en el Calcio, que se convertiría en el máximo goleador de la historia de los mundiales y que volvería a conseguir el Pichichi de la Liga con la camiseta del eterno rival. Sinceramente albergo dudas sobre qué habría conseguido aquel equipo sin la participación de Ronaldo, quien fue muchas veces decisivo para su equipo y que marcó goles para el recuerdo como los conseguidos ante el Valencia y sobre todo ante el Compostela, que dio la vuelta al mundo.


Todos los grandes equipos del continente se hicieron eco del que era el mejor jugador del momento y no tardaron en hacerle llegar cantos de sirena. Parecía imposible que el Barcelona dejase escapar a un futbolista como él, pero en el fútbol la normalidad dista mucho en ocasiones de la realidad y Ronaldo se decantó finalmente por irse de Can Barça tras no alcanzar un acuerdo para la renovación de su contrato debido a su mala relación con Núñez. El Inter no dudó en pagar la cláusula de rescisión fijada en 4000 millones y se hizo con el genial delantero brasileño quien no tardó en brillar como Nerazzurri, pero ésa es otra historia y en el siguiente capítulo de Dentro de Juego trataré la difícil comparación del astro brasileño con el actual icono barcelonista: Leo Messi.

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