
Ni mucho menos es mi intención hablar de un capítulo más acerca del eterno –desde hace un año- debate entre los dos grandes gladiadores del fútbol actual: Messi y Cristiano Ronaldo. Pero sí entraré en el terreno de las siempre odiosas comparaciones y me valdré de uno de los anteriormente citados y al otro le quitaré la etiqueta de cristiano para quedarme con un Ronaldo que sabe a añejo, a goles a ritmo de samba y de quien cuenta la leyenda que de vida cristiana y religiosa no tiene en exceso.
Falta una jornada para que la excelsa en puntos temporada para Barcelona y Real Madrid toque a su fin y dé paso a la máxima competición del fútbol mundial. El sábado se jugó la fecha número 37 y Messi añadió un gol más a su cuenta particular, una cuenta que salvo milagro y/o éxtasis goleador de Higuaín o Cristiano Ronaldo en la última jornada le otorgará uno de los pocos trofeos que aún le quedan por conquistar: el Pichichi. A 32 se eleva el número de goles conseguidos en la que, si bien no es su temporada más exitosa a nivel colectivo ya que el triplete del año anterior era difícilmente repetible, sí ha sido su mejor campaña a nivel individual. Si el argentino marca en la última jornada dos goles más, como local ante el Valladolid, habrá igualado el récord goleador azulgrana en una sola temporada, actualmente en poder del brasileño Ronaldo en la temporada 96/97, su única en el Camp Nou.
Hablemos de números, eso que tanto les gusta a unos y aborrecen otros, pero que al fin y al cabo no engañan a nadie: Las cifras de Ronnie se dividen en 34 goles marcados en 37 jornadas disputadas en liga, a los que habría que añadir ocho más en cinco partidos repartidos entre Copa y Supercopa, y cinco goles más en siete encuentros de competición europea, que en este caso fue la extinta Recopa de Europa, aquel torneo que reunía a los ganadores de Copa de las ligas europeas. En total, 47 goles en 49 partidos. Por su parte, Messi lleva anotados 32 tantos en 34 partidos, más un gol en tres partidos de Copa del rey, ocho en once partidos de Champions, dos en la Supercopa de España y dos más en los dos encuentros que disputó en el Mundialito de clubes, a lo que habría que añadir un partido más en el que no marcó, el de la Supercopa europea –a la postre, el partido por el cual Pedro sí ostenta el récord de haber marcado en seis competiciones distintas en una temporada-. Las cifras totales son de 45 goles en 52 partidos, a falta, repito, de la última jornada de liga.

Vaya por delante que las comparaciones siempre dejan cierta sensación de intrascendencia, pero me parece éste un buen momento como otro cualquiera para hablar de dos magos del balompié y, si bien no tratar de hacer un exhaustivo análisis de sus virtudes y defectos, sí comentar la trascendencia e importancia que cada uno tuvo/tiene para su equipo y, cómo no, para el fútbol. Es harto difícil comparar a dos futbolistas como Messi y Ronaldo y más fácil la comparación con el portugués del Real Madrid, ya que ambos juegan un rol similar en sus respectivos clubes, no tanto por sus características y sí por la demarcación y el peso dentro del ataque de ambos conjuntos. Ronaldo es –porque aún sigue jugando en un grande del fútbol brasileiro- un nueve, un finalizador, mientras que Messi es un mediapunta que hace ya unos meses abandonó la banda diestra y las diagonales para situarse por el centro, aunque de vez en cuando nos deleite con una de sus jugadas preferidas, ésa en la que arranca desde la derecha y sortea cuantos rivales le salen al paso, y en la que un servidor no se explica cómo el portero no sabe ya que va a disparar al palo largo, una jugada muy del gusto también del extremo holandés de Bayern, Robben.
Cabría analizar no sólo sus características individuales sino también los distintos equipos en los que jugaron, sí, el mismo club, pero en épocas muy distintas. Messi juega actualmente en el que por consenso es el mejor Barça de todos los tiempos, el equipo que logró el sexteto, todo aquello que estaba en juego, un equipo en el que han triunfado las señas de identidad que han caracterizado al club desde que Cruyff arribó al club azulgrana como entrenador y que Laporta y Rijkaard se encargaron de recuperar tras varios años a la deriva de la mano de Gaspart, para que más tarde Guardiola rematase la faena. Por su parte, Ronaldo jugó su primera y última temporada en Can Barça el año en el que Sir Bobby Robson se hizo cargo del club en un período de transición con un equipo totalmente renovado y un halo de interinidad hasta la llegada del técnico que realmente deseaba Núñez para su nuevo proyecto: Louis van Gaal, tras los últimos años en los que Cruyff tocó las últimas notas del Dream Team.
Si tan sólo pensase en la temporada anterior no tendría dudas sobre la importancia de uno y otro en sus respectivas épocas, ya que a pesar de la magnífica temporada que firmó Messi el año pasado y que culminó con la consecución del Balón de Oro y el Fifa World Player, creo que La Pulga se benefició en parte de estar en un equipo que componía una perfecta partitura y en el que Messi era un músico más, sin embargo Ronaldo era la voz cantante de aquel equipo y gracias en buena parte a él se lograron aquellos éxitos. Sin embargo el jugador argentino se ha superado este año, ha batido sus registros goleadores que ya fueron muy importantes el año pasado -38 goles en 51 partidos- y ha dado muchos puntos a su equipo cuando éste no acababa de encontrar el sendero de la victoria y se encontraba con partidos que no acertaba a resolver, sirvan como ejemplo los encuentros ante Valencia o Zaragoza con sendos hat-tricks, o el estratosférico partido que jugó en el Camp Nou en la vuelta de los cuartos de la Champions ante el Arsenal en el que marcó cuatro goles.

En aquella temporada, Ronaldo no formaba parte del mejor equipo, etiqueta que se llevaría con merecimiento el ordenado y sobre todo regular conjunto de Fabio Capello, quien además sólo hubo de centrarse en la competición doméstica tras el desastroso año anterior en el que el Madrid no se clasificó para competición europea. Sin embargo Ronaldo sí era, y con mucho, el mejor jugador de la liga y del mundo en ese momento, y posiblemente el mejor nueve que haya pasado jamás por nuestra liga. Sus actuaciones fueron decisivas para los tres títulos logrados por aquel equipo, desde la Supercopa ante el Atlético del Doblete en la que marcó dos tantos en la ida hasta la final de la Recopa disputada ante el PSG y decidida con un tanto suyo de penalti, pasando por sus 34 goles marcados en liga.
Messi tiene a su favor el que, al jugar en una posición más retrasada, influye y participa más en el juego de su equipo, no en la elaboración pero sí en la capacidad para asociarse con sus compañeros de ataque, más aún desde que actúa por el centro. Tiene un regate excepcional, el balón es su amigo y parece no querer apartarse de su bota cuando toma contacto con el futbolista argentino. Ronaldo, en cambio, es el mejor finalizador que han visto los ojos de un servidor. Un jugador que, al contrario que muchos delanteros, a medida que se acercaba a la portería veía más grande el arco y más pequeño el portero, que se deshacía con insultante facilidad de sus marcadores con una mezcla de técnica y una potencia física descomunal.

Definitivamente son dos jugadores que, en el caso del brasileño en su día, y en el caso actual del argentino -con permiso de Cristiano Ronaldo- están un paso por delante del resto. Cada cual tendrá su opinión, y en mi caso me decantaré, por escasas décimas de diferencia, por Ronaldo, aquel Ronaldo que deslumbró a todo el mundo futbolístico antes de sus graves lesiones, que le daba lo mismo jugar en Holanda, España o Italia ya que lo suyo era un balón como aliado y una red como objetivo, que triunfó tanto con sus clubes como con su selección y que superó todos y cada uno de los obstáculos que su rodilla quiso intercalar en su carrera. La de Messi está aún, si no en sus inicios, sí en una temprana fase, y a pesar de todo lo que ya ha conseguido puede lograr más triunfos aún, pero hoy por hoy me quedo con O Fenómeno, quien si no hubiese sido por sus graves lesiones quizá hoy estaría, por derecho propio, en el Hall of Fame del balompié junto a leyendas como Di Stefano, Pelé o Maradona.
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