15 junio 2010

Cuando los títulos no aseguran el éxito



Y es que el fútbol es más que eso. El deporte rey es pasión, afinidad, lealtad a unos colores, sentirse identificado con ellos, hablar el lunes del partido, ponerse el mundo por montera si falta hace. Es un deporte y como tal importa ganar, y es que quien aún crea eso de que lo que importa es participar admite sin rodeos que el seis de enero pone agua a los camellos. En el fútbol es de vital importancia que la pelota entre, pero en algunos casos ni esa circunstancia, aun acompañada de títulos, asegura la continuidad de un proyecto. Cuando un club sobrepasa la barrera de lo deportivo, los títulos dejan de ser suficiente argumento para el éxito, más aún si cabe si hablamos de Real Madrid y Barcelona. Que se lo pregunten a Lorenzo Sanz y a Laporta.


Son dos casos distintos: Laporta ya renunció a su continuidad al frente del club hace ya unos meses para dedicarse a su carrera política. Sin embargo, Lorenzo Sanz adelantó un año la convocatoria de elecciones con objeto de ser el presidente del club en su centenario y con la Octava Copa de Europa recién conquistada como argumento bajo el brazo. En cualquier caso, y con Sandro Rosell como nuevo presidente barcelonista, las encuestas, ésas que siempre se hacen pero que a uno nunca le han preguntado, afirman con rotundidad que en caso de haberse presentado Jan para las elecciones habría sido derrotado. No sería de extrañar teniendo en cuenta que el aficionado culé no estaba muy conforme con las maneras de su presidente, y que Ingla y Ferrer, candidatos continuistas respecto al modelo de Laporta, han sido quienes menos votos han obtenido. Por su parte, Lorenzo Sanz perdió unas elecciones que creía ganadas ante un Florentino Pérez que llegó con Figo como estandarte y la promesa de sanear las bermejas cuentas merengues.


Para el aficionado, un club es más que un equipo de fútbol que juega los domingos por la tarde y es la mayor de sus aficiones. Como decía anteriormente es una forma de sentirse identificado con unos colores, con una gente que representa a ese club y que debe estar a la altura de una historia, una camiseta y un escudo que acompañan a ese aficionado, que deposita sus ilusiones en un estadio de fútbol que durante hora y media le invita a olvidarse de sus quehaceres y avatares, y ésa es una responsabilidad que directiva, cuerpo técnico, futbolistas y demás empleados deben asumir y respetar. Y el presidente es la cabeza visible de ese entramado y debe ser el primero en dar una imagen acorde con el club del que se hace cargo. Imagen, justo lo que Laporta y Lorenzo Sanz no supieron cuidar durante su estancia en sus respectivos sillones presidenciales.



Sería a todas luces injusto restarle a Laporta mérito alguno en su responsabilidad en los éxitos deportivos del Barcelona. Muchos ven a Guardiola como el gurú del mejor Barça de la historia, y es desde luego gran responsable, quizá el que más en la parcela deportiva, pero no menos cierto es que Pep heredó un equipo ya armado de la también exitosa etapa de Rijkaard, y quien ya estaba ahí era Laporta. Se le echa en cara que no fue él quien tomó grandes decisiones como la de fichar a Guardiola ni a otros como Ronaldinho en su momento, ¿pero no se le acusa a Florentino Pérez precisamente de meterse en cuestiones deportivas? Si un club quiere llegar a lo más alto, como ha hecho el Barcelona, debe estar en plenas facultades en todas sus parcelas, tanto deportiva como institucional o económica, ninguna más liviana que la anterior.


En una película, los actores actúan, los guionistas escriben, los iluminadores iluminan, los responsables de montaje montan, los productores ponen el dinero, ¿significa eso que el director no pinta nada? Ni mucho menos, él supervisa todo lo que acontece, nada se hace sin su aprobación, él dirige. Laporta ha sabido mantener al club en una situación estable que permitiese lucir los méritos sobre el césped, y sin esa estabilidad es difícil que un club llegue a buen puerto. Pero está la otra cara de la moneda: la imagen, y en eso Laporta ha suspendido claramente. Lo que ha pretendido Laporta es utilizar al Barcelona como trampolín para sus ideas políticas, y con ello ha hecho partícipe a todo un club, a toda una afición, sea o no de Cataluña, de esas ideas. Esto, que no es poco, ha ensuciado en parte su figura respecto a todos los méritos que el club bajo su mandato ha conseguido en el Camp Nou. Esto no debe restar ningún mérito a su clara responsabilidad en los éxitos del club ya que una cosa no interfiere en la otra, pero se le recordará por ambas.



Lorenzo Sanz fue el presidente que recuperó la gloria para el madridismo 37 años después en la que siempre fue su competición: La Copa de Europa. Dos años más tarde repetiría éxito en la final española ante el Valencia que el Madrid ganaría por 3-0. Con dos Copas de Europa conquistadas, Sanz se creía seguro ganador en unas hipotéticas elecciones que finalmente convocó, siendo derrotado por Florentino Pérez. Tras la etapa de Mendoza, Sanz se hizo cargo del club y realmente fue, salvo por fichajes fallidos e inexplicables –Baljic, Ongjenovic, Canabal, Petkovic, Congo etc. además de Anelka, su “maravillosa locura”-, un buen presidente en lo deportivo. Contrató a Capello cuando más falta hacía recuperar el gen ganador que el club necesitaba y, acompañado de acertados fichajes como los de Mijatovic, Súker, Roberto Carlos, Seedorf o Panucci, el Madrid del técnico italiano se proclamó campeón de liga. Ése fue el inicio de un periplo de éxitos en Chamartín. Capello fue destituido por la escasa comunión de su estilo de juego con la afición y su sustituto fue Heynckes, quien completó una temporada en liga bastante mediocre pero devolvió al Madrid a lo más alto del trono europeo.


Tras haber pasado por el banquillo madridista Toshack y Hiddink, quien conquistó la Intercontinental, Lorenzo Sanz le dio la batuta del equipo a Del Bosque, quien posteriormente ganaría dos Copas de Europa aunque la segunda sería en la presidencia de Florentino. En definitiva, Lorenzo Sanz armó un equipo campeón con Raúl, Redondo, Roberto Carlos o Hierro como grandes estandartes, más otros jugadores tan importantes como Míchel, Helguera, Morientes o McManaman. Pero Lorenzo Sanz enturbió su imagen, ya que siempre sobrevolaron sobre su figura posibles chanchullos económicos de diversa índole, además de haber dejado al club en una mala situación financiera. Todo esto ensució la imagen de un club que reinaba en Europa.


La imagen que Laporta y Lorenzo Sanz, cada uno a su manera, proyectaban hacia el exterior les condenó a pesar de haber triunfado en lo deportivo. Y es que para el aficionado, su club debe ser ante todo un modelo de ética y comportamiento, centrado en los asuntos del balón, transparente, ejemplar dentro y fuera del terreno de juego. Para el aficionado está primero todo esto, y luego le gusta el fútbol, que con los gritos y los goles, se desatan las pasiones.

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